Diva: Riesgo #PepaySilvia #LHDP

Y este capítulo va porque me lo pidieron y porque mi musa ha regresado….


Capítulo Treinta y Siete: Riesgo

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Andrés Cañizares estaba desesperado. Había estado intentando comunicarse con su hacía más de media hora pero Pepa no contestaba a sus llamadas. Necesitaba hablar con ella con urgencia porque había recibido una llamada de Alfonso Goic contándole que tenía una propuesta de trabajo millonario con un sponsor deportivo y no quería perder la oportunidad de tomarlo, pero para eso iba a tener que sacrificar algunos días de su tiempo con Isa.

Andrés no quería hacerlo pero tampoco quería perder la oportunidad de oro, de tener lo suficiente para asegurar de una vez y por todas el futuro de su pequeña hija.

 

Insistió en no llamarla más. No iba a arriesgarse a perder esa oportunidad así que decidió llamar a su madre para pedirle el favor de cuidar a la niña y con eso arregló su parte. Estaba ansioso por comenzar su trabajo y su noche de insomnio un día antes del evento así lo demostró.

El gran día llegó y se despidió de su hija con un abrazo y un gran beso. Con su madre hizo lo mismo y salió de Barcelona rumbo a Madrid en el primer vuelo a Barajas que encontró. La empresa detrás de su contrato millonario era madrileña así que fue ese el motivo por el cual tendría que hacer ese viaje a la capital. El centro de eventos era un polideportivo de alto rendimiento dónde también entrenaban los deportistas de élite que representaban a España en los Juegos Olímpicos.

Andrés se presentó con Alfonso Goic que estaba encantado de tenerlo entre sus filas y comenzó el ajetreo normal de eventos como ese. El ex tenista había tenido que pasar su día entre maquilladores, estilistas y fotógrafos que lo retrataron entre pose y pose para darle notoriedad al polideportivo junto con un spot publicitario que lo coronaba todo. Entre toma y toma decidió que tenía que ir al aseo y se disculpó con los asistentes que lo ayudaban para estar listo y les dijo que volvería pronto.

El director del evento dijo que todos podían tomar un descanso de diez minutos y todos los trabajadores se dispersaron.

Andrés casi corrió a los aseos para caballeros del polideportivo y se encerró en el último de los compartimientos de los aseos de varones, hizo lo suyo e iba a tirar de la cadena cuando supo que habían entrado otros hombres al aseo. No pudo verlos directamente, pero sí que había reconocido las voces y se dio cuenta que uno de esos hombres era uno de los empresarios más famosos del mundo deportivo, José María Lazarte y el otro era su representante, Alfonzo Goic.

– Es que la hicimos de oro tío – Lazarte se mofaba con una sonrisa burlona mirando a su interlocutor – Que Cañizares haya aceptado firmar ese contrato millonario nos ha llevado a la cumbre y estoy seguro que el alto mando estaría orgulloso de ello.

Goic que escuchaba hablar a su amigo no lo estaba pasando bien. Desde el día de la reunión en el restaurante barcelonés dónde hablaron del acuerdo, nunca más se sintió cómodo con Lazarte ni mucho menos seguro estar a su lado. Todavía recordaba que el hombre le había hablado de la Burundanga y los tratos que tenía con narcotraficantes de alta gama de Cataluña. Se sentía horrible de saber que había aceptado tratar con ese tipo de gente y lo peor, haber arrastrado a su representado a tal entuerto.

– Lo dices cómo si no hubiese pasado nada hombre – se quejó Goic – Cómo si no estuvieses hablando de que detrás de todo esto hay droga involucrada, la mafia catalana y ni hablar de que me drogaste para aceptar tal acuerdo.

A Lazarte le cambió el gesto del rostro. Había borrado la sonrisa para transformarla en un ceño fruncido y una mirada acerada. Luego de acabar lo suyo vigiló los compartimientos para ver si había alguien más en el aseo y no vio a nadie. Se acercó a su homólogo y le encaró amenazándolo en un susurro peligroso.

– Calla la puta boca Goic – espetó con rabia – Creo que tú y yo estamos de acuerdo en que es mejor dejar todo esto tranquilo y no agitar las aguas….

– Pero yo no-

– Tú nada cabrón, tú nada – siguió con su amenaza – Los contratos están firmados y los jefes están contentos, aquí no ha pasado nada y tú no sabes nada, ¿Quedó claro?

– Yo no-

– ¡¿Te quedó claro?! – insistió Lazarte con brusquedad y vehemencia esta vez amenazando a Goic con una pistola que estaba apuntando al joven rubio por el costado. Lazarte esperó hasta que vio a Goic asentir en silencio y guardó su pistola en el cinto ocultándola con su saco. – Me alegro mucho que estemos de acuerdo tío – volvió a sonreír – Porque de lo contrario no me extrañaría nada que aparecieran en vuestra casa unos señores que te dejarán el cuento mucho más claro y créeme hombre, eso no le conviene ni a ti ni a tu querida familia por qué ¿Cuántos meses de embarazo tiene ya Lorena? ¿Cinco? Y es vuestro primer hijo ¿verdad?

– ¡Con mi familia no cabrón! – Goic no iba a dejar que su trabajo afectase a su familia – ¡Con mi familia no te metas!

– Bien, entonces si no quieres que tu linda familia salga perjudicada en todo esto… – amenazó – Te callas la puta boca y no pasará nada, ¿Estamos claros?

– Si… lo que tú digas… – Goic se rindió – Lo que tú digas….

– Así me gusta hombre – alabó con una sonrisa burlesca – Inteligente. Y ahora, será mejor que busques a tu gallinita de los huevos de oro que tenemos que terminar pronto con este jodido circo.

Lazarte salió del aseo dejando a Goic supuestamente solo y el joven de cabello rubio pudo respirar con tranquilidad. Estaba metido hasta cuello en un lío monumental que afectaba a mucha gente y no sabía cómo salir de eso. Fue peor cuando de pronto sintió un ruido en uno de los compartimientos del aseo y de él salió Andrés Cañizares que en ese momento estaba pálido como un fantasma luego de oír la charla entre los dos hombres. Se había escondido arriba del inodoro para no ser visto por Lazarte y lo consiguió por los pelos concentrándose en no respirar con fuerza y templando los nervios igual que hacía antes de salir a la cancha a disputar algún torneo. Esa templanza lo salvó, pero ahora ya no sabía hasta qué grado luego de ser testigo de tremendo embrollo.

– ¡Joder! ¡Me cago en la puta! – se quejó Goic con nerviosismo al ver a su representado – ¡¿Cómo coños has podido esconderte aquí?!

– ¿Es cierto? – Cañizares no estaba de humor para responder preguntas – ¿Es cierto lo que ha dicho Lazarte? ¡Respóndeme coño! ¿Es cierto que detrás de todo esto está la mafia catalana? ¿De este contrato?

– ¡Sí! – respondió Goic abrumado – Sí tío, todo lo que oíste en la conversación es cierto y estoy metido hasta los huevos en este jodido lío.

– Tenemos que denunciarlo Alfonso – instó Cañizares con seriedad – Tenemos que denunciar todo esto con la policía lo antes posible.

– ¡¿Es que tú estás loco tío?! – se quejó Goic sin poder creerse lo que le decía su amigo – ¡Estamos hablando de mafia hombre! Estamos hablando de sicarios a los que no les importaría volarte la cabeza si creen que estás estorbando en su negocio, ¡Es demasiado peligroso! Ese mismo cabrón de Lazarte me amenazó con una pistola si decía nada y no pienso correr ese riesgo, no con mi familia detrás y estoy seguro que tú tampoco deberías tío. Tampoco deberías, porque también tienes en quién pensar.

Cañizares supo que Goic estaba en lo cierto. No podía arriesgar la integridad de su familia, la vida de su hija. Pero al mismo tiempo en ella era en quién pensaba cuando tomó la decisión de seguirle la corriente a su representante al decirle que se quedaría callado. La conversación entre ambos quedó allí y el resto del día terminó con la grabación del último spot de inauguración del polideportivo. Al ex tenista le pagaron el contrato con el dinero que le habían estipulado y regresó a Barcelona junto a su hija con un gran sentimiento de culpa.

Mientras estaba en su estudio esa misma noche lo decidió. Sabía que el dinero que había ganado estaba sucio y tampoco se iba a arriesgar a que le acusaran de estafa si el jueguito de Lazarte se derrumbaba. Cañizares no tomaría ese dinero. Lo guardó en una caja fuerte y redactó una carta con todo lo que había escuchado ese día en el aseo de varones y llamó a la policía catalana denunciando todo lo que sabía.

La policía catalana supo que el chivatazo del tenista había abierto una nueva arista en la investigación sobre bandas delictuales en Barcelona y no dudó en llamar a Cañizares a declarar. El hombre lo hizo sin decirle nada a nadie y siguió con su vida normal después que la policía le asegurase que su nombre no saldría expuesto en su investigación.

A la semana siguiente comenzó la pesadilla para el ex tenista. Empezó con la extraña sensación de que lo seguían a todas partes. Luego llamadas extrañas le llegaban al móvil dónde el interlocutor simplemente cortaba la comunicación cuando él contestaba y acabó con un mensaje que le decía que estaban pendientes de él, que le conocían.

Supo entonces que estaba en peligro y decidió llevarse a su hija consigo y mandar a su familia de viaje al extranjero. Todo sin contarle nada a nadie a pesar de que su madre y Pepa quisieron saber qué le ocurría.

La policía catalana lo custodiaba. Le habían dado un piso franco en Madrid y se quedó en él hasta que tuvo que salir de improvisto cuando recibió una llamada inquietante.

Tenemos a tu hija – dijo una voz masculina de acento catalán – Si no vienes al polígono industrial de Junqueras en media hora, puedes ir despidiéndote de ella Cañizares, tienes media hora….

Cañizares intuía que podría ser una trampa pero Pepa no sabía nada de lo que estaba pasando y tampoco tenía permitido llamarla. Así que eso fue lo que hizo aquella tarde. Salió del piso franco eludiendo a la guardia que lo custodiaba con un pedido de compras y encerrando en el baño a otro de los guardias después de noquearlo y apenas estuvo a solas, salió del piso donde estaba escondido robándose un auto del estacionamiento. Era lo suficientemente tarde para que nadie lo descubriera y se amparó en la oscuridad para ir a rescatar a su hija….

 

Horas después esa misma noche en la mansión de Pepa, la morena fue despertada por una llamada a su móvil que también había despertado a Silvia.

– ¿Quién llama? – preguntó la modelo con voz somnolienta al mismo tiempo que miraba el despertador que indicaba que eran las cuatro de la mañana.

– ¿Estoy hablando con la señora María José Miranda? – una voz masculina preguntó a su vez a lo que Pepa asintió – Buenas noches, espere en línea por favor – el hombre indicó y Pepa esperó a que la otra vez le contestaran. Quién lo hizo fue Paco y luego de saludarla le pidió que fuera urgente a comisaría.

– ¿Qué ha pasado? – esta vez la voz de Pepa sonaba preocupada y miró a Silvia que sólo le acarició la espalda – ¿Por qué tengo que ir?

– No quisiera hablar de esto por teléfono Pepa – se disculpó el comisario con un dejo de tristeza – es mejor que venga usted personal-

– No voy a quedar con la incertidumbre señor comisario – la voz de la modelo era más urgente – No iré antes de que me diga lo que está pasando.

– Es… está bien – suspiró el hombre con nerviosismo – se trata de su ex marido….

– ¿Qué ha pasado con Andrés? – quiso saber Pepa mucho más nerviosa que antes – ¿Dónde está?

– Su ex marido… – Paco odiaba dar este tipo de noticias – Su ex marido ha sufrido un accidente automovilístico – explicó por fin – Lo siento mucho Pepa pero Andrés Cañizares está muerto….

La Dama de Hielo: Secretos (#PepaySilvia) (#LHDP) (@calzonalove5)

Dos de dos…


 

Capítulo Ocho: Secretos

 

 

Si de algo se caracterizaba la vida de Sofía Castañera era que estaba repleta de secretos. Nadie conocía nada sobre ella más que todo lo que se comentaba en los pasillos de la clínica. Sólo sabían que tenía treinta y dos años y que era la dueña de una considerable fortuna. Nadie sabía de dónde provenía, ni si tenía padres, hermanos u otra familia. De hecho ni siquiera se sabía incluso cuando cumplía años. Todo aquello parecía ser secreto de sumario en la vida de aquella mujer a la que sólo se le conocía su presente del brazo del doctor Santiángel. Ambos parecían ser los novios eternos, siempre juntos a todas partes.

 

Pero Sofía Castañeda sí tenía un pasado. Un pasado lleno de oscuridad. Un pasado difuso pero lleno de lujos y dinero. Por lo que recuerda, la doctora Castañeda vivió toda su infancia en el extranjero. Sus padres eran diplomáticos españoles que siempre estaban de viaje y muchas veces era arrastrada a aquellos viajes con ellos a medida que iba creciendo. Eso hasta que sus padres murieron en un accidente de avión rumbo a una cuidad de Suiza cuando tenía doce años y la albacea de los Castañeda envió a la pequeña Sofía a un internado de señoritas y allí pasó el resto de su adolescencia hasta que cumplió los dieciocho años y terminó al mando de los negocios de sus padres. Porque aparte de ser diplomáticos también eran filántropos y el resto de su tiempo, buscaban que sus recursos fuesen bien invertidos. Y qué mejor que crear una de las más importantes redes de salud de España que no fuese Corachan. Para lograrlo, los Castañeda unieron fuerzas con la única familia tan pudiente como lo era la suya; los Santiángel, que era toda una familia dedicada a la medicina. Así, uniendo la experiencia en medicina de los Santiángel y el poder y la influencia que conllevaba el apellido Castañeda, la red de clínicas Corachan se hizo realidad, y los hijos de los Castañeda y Santiángel ahora formaban parte de aquel gran consorcio. Lo cierto es que a pesar de todo ese pasado lleno de comodidades y lujos estaba a la vez lleno de soledad. Una soledad  autoimpuesta a base de saberse huérfana y con un futuro prometedor por delante. Su frialdad era simplemente la coraza en la que se ocultaba su interior solitario, aquel que nadie había conseguido traspasar antes, ni siquiera Alonso. Y eso, hasta que vio a la agente Miranda.

 

Sofía no sabía qué le  pasaba con ella.  No entendía como una paciente desconocida era capaz de llegarle de esa manera. Claro, siendo  una cirujana que atendía a diversos pacientes debía preocuparse por ellos, pero siempre lo estrictamente necesario y no más allá de eso, pero esta vez no le pasaba lo mismo con aquella agente. Y aunque sonara de locos tampoco sucedía lo mismo con la mujer que era la cuñada de ésta. Era un sentimiento extraño que nunca antes lo había sentido y eso la tenía bastante sorprendida, ya que ella no era una persona de dejarse guiar por sentimentalismos baratos…. Pero cuando vio a aquella agente herida en la mesa de operaciones a quién incluso había tenido que ver desnuda para curarla, fue un golpe. Una emoción extraña y desconocida que no había sentido con nadie antes y otra vez tampoco con Alonso, pero no podía quitarse esa imagen de la cabeza ni tampoco la extraña emoción que la hacía sentir cada vez que estaba con ella en la misma habitación. Y eso no podía ser. No era del todo profesional involucrarse emocionalmente con un paciente, era poco ético y podría terminar siendo malinterpretado. Sofía intentó quitarse todas aquellas musarañas de la cabeza negando con seriedad y suspiró para intentar relajar un poco la tensión en sus hombros, necesitaba un descanso urgente. Iba en dirección a la máquina de café en la sala de guardia en la clínica, cuando de pronto unos brazos musculosos y una voz grave en su oído la sacaron del trance.

 

–   ¿Mucho trabajo cariño? – le preguntó la voz de Alonso a Sofía con suavidad y sonrió al ver que la doctora se estremecía. ¿O es que me estabais echando de menos?

 

–   Mm… lo primero – dijo con una extraña voz suave la mujer en sus brazos – La verdad es que estoy reventada.

 

–   Yo creo que tengo una receta perfecta para el cansancio – le volvió a decir el hombre con voz ronca a su espalda. Y eso incluye un jacuzzi, burbujas, alcohol, y lo más importante, tú y yo… desnudos. ¿Qué tal?

 

–   Me parece una propuesta tentadora doctor Santiángel – le dijo Sofía a su novio dándose la vuelta para quedar cara a cara con él. Sólo que hay un pequeño problema con todo eso. Al ver que Alonso alzaba una ceja interrogante Sofía hizo un amago de sonrisa. Estamos en pleno turno y no salimos de aquí sino hasta las nueve, y son apenas las siete de la tarde.

 

–   ¿Y si nos escapamos una hora por ahí? – le preguntó él con voz provocativa al tiempo que posaba las manos en la cintura, atrayéndola hacia su cuerpo y besándola. Además, para eso somos los presidentes, ¿No? Tenemos beneficios. Sofía estaba a punto de protestar a su propuesta pero un nuevo beso muy ardiente de Alonso fue capaz de hacerla callar a tiempo y Sofía pudo notar una ligera presión en su bajo vientre que le anunciaba el estado de excitación en el que se encontraba su novio, excitación que por cierto ella también sentía. Con un último beso y un “vámonos” susurrado al oído, los dos tortolitos salieron de aquella sala para un buen y merecido descanso.

 

Una vez en la mansión y luego del descanso en el jacuzzi, Alonso y Sofía decidieron dar rienda suelta a su pasión. Aquella tarde ambos se amaron como siempre entre caricias, besos y risas que llenaban toda la elegante estancia que era la “casa” de la cirujana. Ella en tanto había podido abstraerse por un rato de sus preocupaciones de la clínica y sobre todo de su paciente policía a quién no lograba sacar de su cabeza. En medio de gemidos cada vez más placenteros por parte de los amantes, un inoportuno ruido hizo que parasen en seco todo lo que estaban haciendo.

 

–   Maldito celular, joder… – gimió Alonso con una mueca de frustración al oír el sonido de teléfono que era de Sofía. Ella también gimió pero sin maldecir y se dispuso a contestarlo. Sabía que era de la clínica. A medida que avanzaba la conversación, Alonso pudo ser testigo del cambio en el semblante de Sofía, el que era antes sereno y risueño, había cambiado ahora a su acostumbrada frialdad y preocupación al saber las noticias que le tenía su interlocutor. Alonso sabía que sólo actuaba de esa manera cuando algo urgente ocurría con uno de sus pacientes.

 

–   ¿Qué sucede cariño? – le preguntó él en tono serio al ver como su novia salía desnuda de la cama y se vestía a toda prisa.

 

–   Era de la clínica – le dijo con seriedad al tiempo que le lanzaba la ropa a Alonso que estaba en el suelo. La agente Miranda ha sufrido otro ataque de ansiedad y está descompensada, tengo que ir a verla ahora mismo. En medio del ajetreo otro sonido de celular volvió a sonar en la habitación y esta vez era el de Alonso. Lo cogió mientras se vestía y su semblante también cambió al saber las malas noticias. Colgó con un fuerte, “en quince minutos” y acabó de vestirse.

 

–   También de la clínica – dijo él frustrado saliendo de la habitación junto a Sofía. Mi paciente el señor Sánchez acaba de sufrir otro accidente vascular y necesita intervención urgente.

 

Llegaron en diez minutos ya que Sofía no vivía demasiado lejos de la clínica.

 

Ambos se despidieron un beso rápido y se fueron cada uno por su lado. Mientras Alonso se dirigía rápidamente a los quirófanos del primer piso, Sofía hacía su camino al cuarto piso hasta la sala de la agente Miranda. Cuando llegó, una enfermera le dijo que su paciente había sufrido una crisis de ansiedad mientras dormía y no hubo manera de tranquilizarla porque no se dejaba atender por nadie más que no fuese ella.

 

Lo que Sofía vio en la habitación de su paciente la dejó muy preocupada. Pepa Miranda yacía en la cama retorciéndose de un lado para el otro sin dejar de gemir y llorar. Las máquinas pitaban enloquecidas, marcando un ritmo tan estruendoso que se tornaba aterrador. Sofía sabía que sino hacía algo rápido su paciente podría incluso sufrir un infarto.

 

Se acercó a la cama con rapidez mientras la enfermera le daba la medicina para controlar la crisis de la paciente. Cuando la doctora estuvo cerca, pudo darse cuenta que además murmuraba incoherencias y no dejaba de repetir una y otra vez el nombre de Silvia.

 

–   Calma agente Miranda ya pasó todo – le dijo Sofía con la voz más pausada que pudo conseguir. Todo está bien ahora tiene que tranquilizarse.

 

–   ¡Silvia… por favor no me dejes…! – gemía la castaña con desesperación a la vez que su cuerpo poco a poco se iba calmando. ¡No me dejes otra vez… princesa…!

 

Aquello tomó por sorpresa a la doctora Castañeda. Ella aún no sabía quién era la tal Silvia, pero aquellas palabras pronunciadas con desesperación por su paciente le dieron a entender que la mujer era alguien muy importante en su vida. Pero aún más sorprendida estaba cuando  al intentar alejarse de la cama, la mano de ella se alzó aferrando con las pocas fuerzas que le quedaban la muñeca de la doctora.

 

–   ¡Por favor no te vayas…! – le pidió la joven con gran angustia en su semblante. No me dejes sola….

 

Sofía no era de las personas que se conmovían demasiado con el dolor ajeno. Tampoco estaba acostumbrada a involucrarse más allá de lo profesional con sus pacientes, por lo que no era de las de quedarse junto a ellos por demasiado tiempo. Pero al ver aquel semblante desesperado en su paciente, eso pudo más que todo lo anterior. La enfermera, que todavía se encontraba de pie cerca de la doctora, no podía creer lo que veían sus ojos. Sin siquiera pensarlo, era la testigo privilegiada del primer atisbo de calidez en aquella mujer de hielo. Cuando Sofía se dio cuenta que tenía espectadores, volvió su vista a la enfermera y la fulminó con la mirada.

 

–   Dejadnos a solas – fue la fría orden que le dio a la enfermera y que ésta acató sin rechistar dejando a las dos mujeres a solas en la habitación.

 

Una vez así, la vista de la doctora Castañeda volvió a dirigirse a su paciente. Ésta, ya mucho más tranquila, la miraba con una sonrisa un poco embotada por los efectos de los medicamentos aunque seguía aferrada a la muñeca de la mujer pelirroja.

 

La doctora entonces se dispuso a pasar el rato con la agente hasta que esta se durmiera y para estar más cómoda se sentó en una silla al lado de la cama, todo esto sin que la mano de Pepa le soltara la muñeca.

 

–   Sabía que no ibas a abandonarme pelirroja – le dijo Pepa a Sofía confundiéndola con Silvia mientras poco a poco se le iban cerrado los ojos. Sabía que no podías hacerlo… princesa….

Si Te Olvido, Recuérdame: A Salvo (#PepaYSilvia)

Y ya queda poco… A mis nuevas lectores muchas gracias por los comentarios…


 

la tormenta

 

 

Capítulo Veintiocho: A Salvo

“A veces sólo hace falta suerte y mucho empeño para salir de un hoyo profundo” – Anónimo

 

Silvia trató de mantener la calma con todo lo que estaba ocurriendo, pero estaba aterrada. Sólo podía tratar de ayudar a Pepa que yacía en el suelo del establo aun inconsciente por el golpe que había recibido en la cabeza del tabique de madera que se había desprendido del techo del establo y que se suponía era para ella. Pepa la había salvado de aquel accidente cubriendo su cuerpo con el suyo llevándose consigo aquel fuerte golpe y Silvia lo único que quería hacer era romper en llanto por la desesperación que sentía de no poder hacer nada para salvar a su mujer.

– Calma Silvia que la desesperación no te llevará a ninguna parte – la pelirroja se regañó a sí misma mientras pensaba en qué hacer para sacar a Pepa de dónde estaba. Miró a su alrededor con nerviosismo dándose cuenta que los caballos seguían donde estaban antes de aquel derrumbe y supo que los iba a necesitar a ambos para sacar a su rubia del establo. Pero primero tenía que liberar el cuerpo de su mujer de debajo del tabique de madera que además también  le había golpeado el vientre.

Con todo el cuidado del mundo, Silvia intentó mover el pesado objeto de madera de encima del cuerpo de Pepa con las manos, pero era demasiado pesado para hacerlo sola. Cuando escuchó relinchar a Relámpago le vino una idea a la cabeza y utilizó las riendas del animal para lazar el tabique con ella y luego ató la rienda al lomo del caballo haciendo lo mismo con su yegua que tampoco se había movido de su lugar.

– Sé que los haré trabajar un poco duro chicos, pero necesito vuestra ayuda – le azuzó la pelirroja a ambos animales que relincharon al unísono en acuerdo como si supieran todo lo que estaba pasando con sus dueñas – Tenemos que sacar de aquí a Pepa, ¿Vale? Así que cuando yo les diga ustedes salen corriendo hacia afuera y se quedan ahí hasta que yo les avise. Saldremos todos de este lugar hasta nuestra casa.

Los caballos volvieron a relinchar y luego Silvia volvió a ponerse en posición para coger con ambas manos el tabique que cubría el cuerpo de Pepa y les gritó a los caballos que se movieran. Cuando los animales lo hicieron, Silvia también pudo quitar el tabique que lastimaba a su rubia liberándola de aquel peso desagradable. Ambos caballos se habían quedado fuera del establo como Silvia les había ordenado y la pelirroja sonrió agradeciendo tener a unos animales tan leales e inteligentes como ellos de compañeros.

Pero Silvia sabía que liberar el cuerpo de Pepa de aquel pesado tabique sólo era una parte del trabajo del que ya no tenía que preocuparse porque ahora estaba muy asustada por las heridas que pudo ver en el delicado cuerpo de su chica. Además del severo golpe en la cabeza, Pepa tenía todo su vientre magullado y Silvia descubrió con pesar que su niña también tenía unas cuantas costillas rotas producto de aquel golpe.

– Pepa. Pepa mi amor abre tus ojos, ¿Vale? – Silvia le pidió a su chica con voz suave pero firme instándola a despertar de su inconciencia – Necesito ver esos ojos preciosos que tienes macarra mía, por favor despierta cariño, vamos. Después de cinco minutos infructuosos tratando de despertar a su mujer, Silvia por fin pudo ver cómo Pepa le obedecía y abría los ojos, moviéndose con incomodidad y gimiendo de dolor.

– ¿Mi ángel…? ¿Qué…? ¿Qué ha pasado…? – Pepa seguía confundida por todo lo que la rodeaba y gimió con fuerza cuando trató de levantarse del suelo y sintió una ráfaga de dolor quemante recorriendo su cuerpo de pies a cabeza – Me duele todo… ¿Por qué… me duele tanto todo el cuerpo…?

– Intenta no moverte mucho mi amor – le pidió la pelirroja con tristeza a Pepa que apenas podía respirar por todo el dolor que sentía – Tuviste un accidente cariño, estamos en el establo y te ha golpeado un tabique de madera que se desprendió del techo de este lugar debido a la tormenta. Esa cosa me iba a golpear a mí pero tú te abalanzaste delante de mí antes que eso pasara llevándote el golpe que me pertenecía, mi amor tú me salvaste la vida….

– Si lo que dice es cierto mi ángel entonces me alegro de haberlo hecho – Pepa sonrió con emoción a pesar del dolor – Me alegro de haberla salvado aunque no le puedo negar que ahora todo el cuerpo me duele como no se imagina, sobre todo la cabeza y mis costillas.

– Te duelen porque fueron los lugares donde el tabique de madera te golpeó con más fuerza cariño, lo siento mucho – Silvia volvió a disculparse besando con ternura la frente magullada de Pepa – Tenemos que salir de este lugar mi amor, pero no te puedo sacar en el caballo, necesitarás una camilla y aquí no hay nada que se le parezca…. Silvia había respondido a Pepa mirando a su alrededor y se dio cuenta que en realidad sí había algo en el establo que podría servir de camilla improvisada para sacar a Pepa de aquel lugar. Una gran tabla hecha de madera oscura que servía de la tapadera de un gran agujero que tenía una de las paredes del establo. Era  larga lo suficiente para cobijar el interminable cuerpo de su macarra, así que Silvia no tardó demasiado en hacerse con ella a pesar que era bastante pesada para manejar. Pero se las ingenió para dejarla a un costado del cuerpo de su mujer y cubrió la tabla con paja seca hasta dejarla más o menos confortable y luego siguió con lo más difícil. Trasladar el pesado cuerpo de su esposa a dicha tabla.

– Odio tener que hacer esto mi amor, pero hay que hacerlo – Silvia le dijo a su mujer con pesadumbre pero sonriendo – Tengo que trasladarte hacia la camilla improvisada que he encontrado y para eso voy a tener que moverte y….

– Me va a doler, lo sé mi ángel – Pepa le respondió con suavidad tratando de hacerse la valiente sabiendo que iba a sufrir lo suyo con aquel traslado – Haga lo que tenga que hacer mi ángel, no se preocupe por mí. Yo soy fuerte y podré aguantarlo. Pepa le sonrió a la pelirroja demostrándole que lo decía en serio y su sonrisa se hizo más grande cuando los labios de su ángel cubrieron los suyos en un beso tierno.

– Esa es mi chica valiente – Silvia sonrió llena de orgullo ante la valentía que demostraba su niña y volvió a besarla por última vez preparándose para su siguiente movimiento.

– Yo aguanto lo que sea con tal de recibir como recompensa más besos de esos que me ha dado mi ángel – Pepa intentó sonreír pero luego tuvo que cerrar los ojos cuando sintió el dolor quemante recorrer por su cuerpo hasta dejarla sin aliento. La rubia aguantó el tremendo dolor con estoicismo apretando los dientes y rezando para no demostrarle a su ángel todo lo que estaba sufriendo. Se tragó los gemidos de dolor que estaba desesperada por exhalar y concentró todas sus fuerzas en seguir manteniéndose estable y en silencio por el bien de ella pero sobre todo para no asustar a la pelirroja.

Silvia por su parte tuvo que luchar lo suyo para dejar a Pepa segura sobre la tabla de madera y sólo cuando se aseguró que no habría problemas por alguna caída fue que volvió a salir del establo para quitar las riendas de Relámpago y atar con ellas el cuerpo de Pepa a la tabla.

Pero justo cuando terminaba de hacerlo la tormenta se había vuelto de pronto mucho más violenta hasta que el establo amenazaba con ceder hasta sus cimientos derrumbando todo a su alrededor.

– Es demasiado peligroso que se quede aquí mi ángel, váyase – Pepa le pidió a su chica sabiendo que el final estaba cerca – Déjeme aquí y sálvese, póngase a resguardo usted que puede. Esto se derrumbará muy pronto y es muy peligroso que usted siga aquí.

– ¿Y dejarte aquí para que te mueras congelada? – le preguntó Silvia con sorna negando con la cabeza – De eso ni hablar Pepa, yo no te estoy dejando. La tormenta no parecía querer amainar y siguió golpeando el maltrecho establo y a las dos mujeres que seguían discutiendo en su interior.

– Por favor mi ángel no deje que mi sacrificio se desperdicie – Pepa casi le suplicó a su esposa cuando la vio negar con la cabeza en la obstinación – Yo no seré capaz de seguir cuidándola amor, por favor salga de aquí y salve su vida que yo estaré bien.

– Escúchame bien Pepa Miranda porque yo no lo repetiré dos veces – Silvia ya estaba cabreada de escuchar las palabras tan sentidas de la rubia y la obligó a que la mirase a los ojos cogiendo su rostro con ambas manos mientras Pepa le devolvía una mirada llena de emoción y devoción – Yo no me voy a ir de aquí sin ti macarra así que no sigas. Estamos perdiendo demasiado tiempo discutiendo así que tendrás que obedecerme como has hecho siempre así que cierra la boca y no insistas. ¿Lo habéis entendido?

– Como el cristal patroncita – Pepa respondió sonriendo en tono de guasa y Silvia suspiró negando con la cabeza y se apresuró a sacar a su mujer del establo con la ayuda de los caballos que tuvieron que llevar a rastras la preciada carga hasta el pueblo donde por fortuna, ambas fueron recibidas por los lugareños que las ayudaron a llegar hasta el Sanatorio de Guadalquivir que en ese momento también debía hacer de centro de acogida para las personas que habían quedado aisladas en sus casas.

Pepa recibió los primeros auxilios en ese lugar y los facultativos curaron sus heridas y la dejaron internada en una de las salas del centro acompañada por Silvia que estaba muy aliviada de saber que su mujer por fin estaba a salvo.

«Pepa descansa. Hemos vuelto a nuestra casa luego de sólo dos días en el sanatorio del pueblo porque la gente que llegaba a ese lugar estaba empezando a ser demasiada y muchos habían llegado con heridas mucho más graves que las que tenía Pepa y ella lo sabía. Ella misma pidió el alta médica en contra de mi voluntad pero tuve que ceder a su demanda cuando logró convencerme que ella se recuperaría mucho más rápido si yo la cuidaba en casa».

 

– Tengo una doctora privada – ella había dicho con una sonrisa triunfal luego de salir del sanatorio – Nadie tiene la suerte que tengo de tener a su propia doctora y enfermera privada en casa. Estoy segura que no necesitaré nada más que su amor y su cuidado para sanar más rápido, estar bajo su cuidado será mucho más conveniente para mí que estar en un hospital.

– Tú cómo siempre adulándome, ¿No macarra? – le pregunté alzando una ceja con sorna – Cómo es que no me sorprendes.

Pepa sólo trató de encogerse de hombros y me sonrió pero se quejó cuando el dolor volvió atacar su cuerpo herido. Yo suspiré tratando de controlar mi genio y ayudé a Pepa a recostarse en la cama de nuestra habitación dónde se quedaría por un tiempo sin levantarse nada más que para ir al baño pero eso sólo en dos días más.

– Si no me puedo levantar para ir al aseo en dos días más, ¿Cómo le haré para ir cuando lo necesite? – Pepa me preguntó preocupada cuando ya estuvo instalada en la cama – ¿Dónde voy a orinar?

– Lo harás en una bacinilla Pepa, ¿Dónde más? – le respondí simpleza pero Pepa se tensó en el colchón y se sonrojó hasta las raíces de su cabello. – No te sonrojes que no es la primera vez que usarás una –  le aseguré con una sonrisa y acaricié su  mejilla con ternura – Tuviste que usar una por mucho tiempo mientras estuviste en recuperación de tu operación al corazón cariño, y era yo la que siempre te ayudaba con eso. Mientras estuviste internada en un hospital de Madrid yo me encargaba de tu aseo personal y eso incluía ayudarte a usar la bacinilla. Nunca te gustó mucho pero no tenías problemas en eso, siempre preferías mi ayuda que la de las enfermeras sobre todo a la hora del baño. Te encantaban los baños de esponja macarra así que no te me sonrojes que esto no será nada del otro mundo, créeme.

Pepa me creía, por supuesto que me creía pero igual seguía un poco avergonzada al saber que iba tener que hacer sus asuntos en una bacinilla igual que una cría y lo peor, tenerme a mí  de testigo. Sin embargo mi rubia no tuvo que preocuparse demasiado por eso. Cuando llegó el momento de tener usar aquel aparato salí de la habitación para darle a mi macarra la privacidad que quería y volví a entrar cuando ella estuvo lista.

– ¿Todo bien mi amor? – le pregunté con una sonrisa y Pepa asintió en silencio tensándose un poco cuando quité la bacinilla debajo de su trasero. Me llevé el utensilio al baño y lo limpié dejándolo en el aseo y salí lavándome antes las manos. Tenía que asear el cuerpo de Pepa antes de dejarla dormir por la noche así que volví a la rutina que tenía con ella en el hospital madrileño.

Cuando le dije a Pepa lo que tenía que hacer ella volvió a asentir con timidez dejándome hacer con ella todo lo que necesitaba.

Como de costumbre, dejé el cuerpo de mi niña desnudo de la cintura para arriba y limpié su piel con toallas húmedas hasta dejarlo totalmente limpio. Pepa me miraba suspirando de vez en cuando y me sonreía con ternura cuando yo la sorprendía con un piquito en los labios o un beso en la frente. Pepa sólo se dejaba querer y le encantaba.

Luego hice lo mismo con la parte inferior de su cuerpo y empecé limpiando a mi macarra por los pies. Sus interminables piernas siguieron y me detuve en su entrepierna por lo que el cuerpo de Pepa volvió a tensarse un poco a sabiendas de lo que venía.

– Esta parte era la que más te gustaba antes mi amor, pero entiendo si ahora eso te incomoda – le dije con suavidad y oí a Pepa suspirar con timidez. Ella no dijo nada pero abrió sus piernas para que me encargara de su zona íntima y como era su costumbre gimió en voz alta cuando sintió que tocaba su centro con delicadeza.

Saca tu cabeza fuera de la cuneta macarra porque no estamos para eso que piensas  – le repetí la misma frase que le había dicho en el hospital al oír a Pepa gemir en voz alta.

– Pasará un poco más de tiempo antes de poder realizar actividades más «extenuantes». – Pepa me respondió con una sonrisa – Lo sé mi ángel pero yo…

– Lo recordaste – la interrumpí llena de emoción al oír de sus labios las mismas palabras que yo le había dicho a ella hace tiempo en el hospital – Esas palabras Pepa, lo acabas de decir fue lo mismo que yo te dije en el hospital cuando te operaron del corazón, lo recordaste mi amor. Lo has recordado. Estaba tan feliz que no pude contenerme de besarla hasta hacerla gemir de necesidad en mis labios. Me di cuenta que ella no entendía a que me refería pero igual estaba feliz de saber que sus recuerdos estaban regresando. Terminé de limpiar la zona íntima de mi esposa con delicadeza y la dejé descansar en la cama pero por supuesto, me tuve que quedar a su lado cogiéndole la mano, llenándola de besos y caricias hasta que se quedó dormida pero me costó lo mío zafarme de ella para poder quedarme a su lado y dormir también.

Al menos Pepa durmió sin problemas durante toda la noche. Y yo me quedé velando su sueño hasta el día siguiente cuando mi macarra despertó de su sueño confundida llamándome de una forma que hace mucho tiempo no escuchaba de sus labios.

– Princesa ¿Qué estamos haciendo aquí? – Pepa me preguntó extrañada mirando a su alrededor y luego a mí y se asustó mucho cuando yo la abracé emocionada y llorando a mares al oír sus palabras – No llores cariño, por favor me estás asustando pelirroja. ¿Qué pasa princesa? ¿Por qué lloras?

– Porque has vuelto mi amor y porque te amo – le respondí llena de emoción y besé los labios de Pepa con frenesí sin dejar de repetirle que la amaba. Mi esposa estaba una vez más a salvo y había regresado a mí esa mañana como jamás debió irse nunca.